Ya tenemos los billetes y todo preparado para el crucero. Pero hay un pequeño e importantísimo problema: mi nombre.
Sí, tengo la suerte de tener dos nombres y para colmo el segundo es más ñoño que el primero.
Dicho esto os cuento:
En la agencia de viajes, cuando nos tomaron nota para hacer la reserva, dimos nuestros nombres, o casi, porque sólo dimos mi primer y ñoño nombre. Para mí ya es un trauma decir mi primer nombre... como para encima tener que decir un segundo nombre de tal magnitud.
Pero cuando sales al extranjero, todo tiene que estar atado y bien atado.
La de la agencia, lleva varios días intentando ponerse en contacto con los del barco, pero estos, comunican. Creo que les voy a tener que mandar una botella con mi segundo nombre, a ver si lo captan.
Yo voy a hacer mi maleta como si nada... puede ser, que sea yo la que se quede despidiendo al Torero en el puerto de Venecia, y sea él, el que me tire el confeti y la serpentina a la cara, por lela y renombrada.
Hasta entonces, esto va a ser como el misterio de la Santísima Trinidad.
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